El impacto de la conexión de Chile al cable submarino de tres mil kilómetros de largo en Valparaíso, realizado en el año 2000, fue inmenso, ya que por primera vez el país se conectaba al mundo con una red de fibra óptica de alta capacidad. En ese momento, las conexiones fijas a la red de redes recién superaban, según la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) el medio millón, alcanzando una penetración de 3,7 accesos por cada cien habitantes.
Dieciséis años después, esa conexión submarina de fibra óptica junto a infraestructura de Level 3, ve transitar diariamente alrededor del 60 por ciento del tráfico de Internet a nivel nacional y ha cambiado completamente el panorama de acceso y servicios de telecomunicaciones. Hoy, según Subtel, Chile alcanza una penetración de banda ancha de 73,8 accesos por cada cien habitantes (incluyendo conexiones fijas y móviles), acercándose cada vez más a los niveles registrados en los países desarrollados.
No es trivial reconocer el papel que juega la fibra óptica en el acceso a Internet de alta velocidad y su total vigencia y trascendencia para el desarrollo de los países. Especialmente, si hoy sabemos con certeza que la banda ancha tiene un impacto cuantificable en el PIB (Producto Interno Bruto) y que también contribuye a mejorar las cifras de empleos directos e indirectos, indicadores que, como sabemos, no pasan por un buen momento en la región.
Afortunadamente, en materia de relacionar conectividad con desarrollo económico y social no hay dos opiniones: todos los países reconocen la importancia de contar con una infraestructura sólida para enfrentar las demandas de conectividad que exige la digitalización, más todavía pensando en las exigencias de los escenarios forjados por la movilidad, el Big Data y la Internet de las Cosas (IoT).
El consenso sobre su rol estratégico ha facilitado el surgimiento y consolidación de iniciativas público-privadas, que buscan optimizar la cobertura de los enlaces de fibra óptica, para aumentar la velocidad de acceso y reducir costos, lo que se traduce en mejoras sustantivas para la población y las organizaciones.
En tal sentido, si miramos a nivel regional, vemos que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), tras acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), está promoviendo ya los estudios para desplegar el primer anillo de fibra óptica de propiedad exclusivamente latinoamericana, en un proyecto denominado «Red de Conectividad Sudamericana para la Integración».
En sintonía con esta mejora, como compañía, Level 3 ha venido desplegando iniciativas para incrementar sus redes de fibra óptica, las que alrededor del mundo suman más de 320 mil kilómetros, en 60 países. Sin ir más lejos, este año hemos aumentado recientemente la capacidad de nuestra red de fibra óptica en el sur de Brasil, desde Porto Alegre a Curitiba.
Como vemos, la fibra óptica permite concretar la promesa de que las nuevas plataformas tecnológicas son capaces de romper las fronteras y las distancias físicas, contribuyendo al bienestar de todos.