Los sistemas de gestión de la fabricación (MES, por sus siglas en inglés) son una herramienta fantástica. Sin embargo, estas soluciones, diseñadas para dar más capacidad de acción a los operarios y aumentar la visibilidad de las operaciones de producción, a menudo resultan complicadas, con lo que, en lugar de aportar valor añadido, acaban entorpeciendo el trabajo. ¿Qué datos deberíamos recopilar? ¿Cuándo debemos revisarlos? ¿Durante cuánto tiempo tenemos que hacerlo? ¿De quién ha sido la idea?
Cuando esta clase de preguntas empiezan a surgir en el pensamiento de los operarios, la productividad desciende, que es lo contrario de lo que se pretendía al implantar una aplicación de este tipo. Así, la ilusión y la implicación iniciales de los empleados comenzarán a decaer. Llegados a este punto, volver a motivarlos a usar la herramienta es como empujar una roca montaña arriba, y costará muchísimo recuperar la energía y el entusiasmo de los operarios en el uso de los métodos de buenas prácticas de fabricación. Debido al empeño por recopilar terabytes de datos, estas soluciones con frecuencia resultan demasiado complejas. Se cae en el error de pensar que los datos por sí solos traerán mejoras. Sin embargo, si no se usan adecuadamente, los datos no son más que información.
Pero los sistemas MES no tienen por qué ser tan complicados. No hace falta tener un ejército de integradores de sistemas esperando para codificar y configurar la siguiente unidad de información. Los enfoques modernos eliminan cualquier tipo de complejidad en los sistemas de información y brindan ventajas en muchos ámbitos. Entonces, ¿qué hace falta para aprovechar el potencial de este tipo de soluciones? No se conseguirá sin hacer nada, eso por descontado. La respuesta está en implicar a los operarios y en conseguir que la empresa se organice para beneficiarse de las grandes ventajas ‒tanto financieras como operativas‒ mediante la adopción de una serie de buenas prácticas, adaptadas a la solución.
La capacidad de recopilar datos y dar información a los operarios en tiempo real es el primer paso de un sistema MES efectivo. Eso permite que el departamento de producción sea más ágil y pueda dar una respuesta más rápida a las incidencias en vez de tener que esperar a revisar el trabajo del turno cuando este ya ha terminado.
A la hora de instalar un sistema MES, se suele decir que lo más difícil es ganarse la confianza de los operarios. No obstante, si la comunicación es clara y adecuada, se planifica bien la implantación y se les explica las ventajas que representa para ellos, los trabajadores adoptarán el nuevo sistema. Imagine a un empleado que lleva veinte años trabajando en una empresa. En infinidad de ocasiones, ha informado a la dirección de los problemas que surgen, pero, como no disponía de pruebas para demostrar las incidencias, sus reclamaciones caían en saco roto. Así, tener una herramienta que le permita hacerse oír es un gran paso adelante para el trabajador.
La clave para aprovechar el potencial del equipo y los procesos consiste en implantar una serie de buenas prácticas que demuestren al personal de producción no solo que se oirán sus peticiones, sino que también se hará algo al respecto. Esta metodología empieza por tener contacto con los equipos durante los turnos, comentar los aspectos clave de la jornada y asegurarse de que todos tengan la oportunidad de opinar sobre las medidas estándares que el sistema MES les facilita para su revisión. La sensación de dominar el proceso y de sentirse implicado en la marcha de la empresa fomenta el compromiso. La naturaleza humana nos empujar a querer tener éxito. Provistos de la información necesaria y la sabiduría acumulada durante años de experiencia, podemos conseguir que cada día sea mejor que el anterior. Con el objetivo de adoptar una cultura de la acción, con la sensación de que uno puede competir y lograr sus fines, y con la conciencia de saber que podemos actuar, el sistema MES se convierte en algo más que una herramienta: provoca casi un cambio de mentalidad.
El proceso de implicación es bidireccional. No se trata únicamente de que los operarios recopilen y usen la información, sino que el sistema MES puede beneficiar a toda la organización y conseguir su implicación. Al hacer que la dirección escuche a los empleados, revise los datos estandarizados y adapte las actividades de mejora a los objetivos de la empresa, se conseguirá mejorar los resultados de la planta y finalmente mejorar el negocio. Eso influye en el trabajo diario de los encargados de recopilar dicha información, lo que a su vez hace que se impliquen más y sigan captando datos que aporten valor añadido.
Esta información debe transferirse a los responsables de producción, los directores de fábrica y otros ejecutivos para que estos tengan una visión clara de las actividades de fabricación. Disponer de datos estandarizados y estructurados sirve para saber por qué no se cumplen unos determinados objetivos y cuáles son las incidencias habituales, una información que contribuye a crear una estrategia centrada en resolver primero los mayores problemas. Sin este enfoque claro y esta responsabilidad basados en datos fiables, es muy difícil que las empresas fijen su estrategia de forma adecuada para alcanzar sus objetivos.
Las buenas prácticas se basan en la comunicación y el ajuste constantes del proceso para aprovechar al máximo los recursos. En empresas con varias sedes, compartir la información entre unidades de negocio contribuye a estandarizar las buenas prácticas, ya sea el umbral de los tiempos muertos, la revisión periódica de objetivos de producción para actualizarse y mantener la competitividad o sencillamente la frecuencia de supervisión durante los turnos.
La figura del coach puede ayudar a establecer estas buenas prácticas, ya que lo que conviene a una empresa puede no irle bien a otra. Además, la solución de sencillamente enviar a un consultor que dicte las mejoras es una medida que suele topar con el rechazo de la plantilla. En cambio, un coach analiza el entorno de trabajo, evalúa qué puede funcionar y acuerda con la empresa las medidas que conviene introducir, en lugar de obligarle a adoptar una misma solución para todo. Se trata de un método práctico, que incluye el seguimiento y asegura que las buenas prácticas se erijan a partir del proyecto inicial pero evolucionen para garantizar la sostenibilidad, mantener el enfoque y alcanzar la eficacia, el éxito y, en última instancia, la rentabilidad.
Los deseos y las necesidades de las personas que forman una empresa cambian, y cada nivel de la organización afecta directamente a la siguiente. Una situación problemática se extiende como una mancha de aceite en una empresa. Cuando los operarios se sienten desvinculados de la dirección, la implicación y la adopción de buenas prácticas permite que ambos vuelvan a conectar.
Puede que la dirección sea quien maneje el dinero y tome las decisiones, pero también ejercen influencia y a menudo están dispuestos a ofrecer incentivos siempre y cuando se obtengan las mediciones correctas. Pero eso solo puede lograrse a través de la estandarización, la implantación de buenas prácticas y el compromiso de los operarios, así que es esencial implicar a los empleados y desarrollar una cultura empresarial centrada en la mejora continua y la acción positiva.