Opinión

Revolución Industrial 4.0, inflexión para la fuerza laboral

El concepto de Revolución Industrial 4.0, también denominado Industria 4.0, Industria Inteligente o Ciberindustria del Futuro, fue acuñado por primera vez en la Hannover Messe (la feria tecnológica para la Industria Hannover, en Alemania) en abril de 2011 y, en la misma feria dos años más tarde, fue presentado y defendido como un importante trabajo de investigación aplicable a las denominadas ‘fabricas inteligentes’ (‘smartfactories’), también llamadas ‘industria integrada’.

A finales del siglo XVII fue la máquina de vapor, en este siglo son los robots integrados en sistemas ciberfísicos los responsables de una transformación radical. ‘Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes’, vaticina Klaus Schwab, autor del libro ‘La cuarta revolución industrial’, de Editorial Debate.

Enfatiza el autor, director ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF): ‘La cuarta revolución industrial no se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, sino por la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital’.

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La revolución sigue a los otros tres procesos históricos transformadores: el primero marcó el paso de la producción manual a la mecanizada, entre 1760 y 1830; el segundo, alrededor de 1850, introdujo la electricidad y permitió la manufactura en masa. Para el tercero hubo que esperar hasta mediados del siglo XX, con la llegada de la electrónica y la tecnología de la información y las telecomunicaciones (TIC). El cuarto trae consigo una tendencia a la automatización total de la manufactura con sistemas ciberfísicos, Internet de la Cosas y el cloud computing o nube.

Los sistemas ciberfísicos, que combinan maquinaria física y tangible con procesos digitales, son capaces de tomar decisiones descentralizadas y de cooperar -entre ellos y con los humanos- mediante la Internet de las Cosas, la cultura maker (hágalo usted mismo) y la fábrica 4.0. Es decir que se acentúa la coordinación cooperativa de sistemas, máquinas y personas.

Las ‘fabricas inteligentes’ son capaces de una mayor adaptabilidad a las necesidades y a los procesos de producción, así como a una asignación más eficiente de los recursos. No se trata de una realidad ya consolidada y experimentada, sino de un nuevo hito en el desarrollo industrial que sin duda marcará importantes cambios sociales en los próximos años, haciendo un uso intensivo de Internet y de las tecnologías de punta con el fin primordial de desarrollar plantas industriales y generadores de energía más inteligentes y más respetuosos con el medioambiente, cadenas de producción mejor comunicadas entre sí y mercados laborales más flexibles a las demandas de los consumidores.

Ahora bien, durante el Foro Económico Mundial de Davos 2016, que tuvo lugar en el mes de enero en Suiza y llevó por nombre ‘Dominando la 4ª Revolución Industrial’, líderes de todo el mundo discutieron sobre el avance, las consecuencias y los nuevos horizontes empresariales que traerá este cambio.

En la era digital, los CEO deben ser los encargados de liderar el reciclaje profesional de sus empleados para que estén listos para adaptarse a los cambios y sean relevantes en el futuro. Esta es una de las principales conclusiones del estudio ‘Harnessing Revolution: Creating the future workforce’ elaborado por Accenture Strategy y presentado en Davos, en enero de 2017.

Los CEO deben ser conscientes de la importancia de situar a las personas en primer lugar como elemento fundamental del cambio, para crear así la fuerza laboral del futuro. El desarrollo de habilidades humanas como el liderazgo, el pensamiento crítico y la inteligencia emocional reduciría considerablemente la posible pérdida de puestos de trabajo derivada de la automatización. El informe, que incluye una encuesta realizada a más de 10.500 empleados en diez países, muestra que, si se duplicase la tasa de los profesionales que desarrollaran este tipo de habilidades, la cuota de los trabajos con riesgo de ser totalmente automatizados en EE.UU. en 2025, se reduciría del 10% al 4%. El mismo proceso en Reino Unido y Alemania daría como resultado reducciones del 9% al 6%, y del 15% al 10%, respectivamente. En la presentación, se marcaba claramente el desequilibrio que produce a nivel de puestos laborales el avance de esta revolución industrial y la necesidad urgente de capacitar y formar a los trabajadores en nuevos puestos, atravesados por otras modalidades, como ser el trabajo conectado.

La temática del futuro laboral ha estado candente tras el informe del Foro Económico Mundial que calcula que, ‘en los próximos diez años, la tecnología va a destruir unos cinco millones de puestos de trabajo’, una cifra tan descomunal que ha generado la reacción automática de muchos sectores de la sociedad. Asimismo, ha provocado la respuesta de aquellos que han levantado su voz para defender y explicar que la denominada Cuarta Revolución Industrial no va a traer la destrucción directa de empleo, sino que cambiará y evolucionará los puestos de trabajo, que serán diferentes a como los conocemos en el presente.

De hecho, los estudios indican que el 65% de los actuales estudiantes de primaria (generación Z) trabajarán en puestos y perfiles laborales que en el presente no existen. La llegada de la máquina como elemento de destrucción de puestos de trabajo no es nueva. Podríamos remontarnos a hace más de 100 años, cuando se introdujo la máquina de vapor, o a los años 60 o principios de los 70, cuando la sociedad se enfrentó a una primera llegada de robots en las líneas de montaje. Consecuentemente, de la misma forma que el vapor no reemplazó al grueso de la fuerza de trabajo humana, tampoco lo hicieron los primeros robots, dado que su capacidad de adaptación era reducida y se requería personas que pudieran enseñarles nuevas funcionalidades.

Es evidente que la microinformática ha permitido a las máquinas ser más precisas y cometer menos errores que el ser humano pero, por cada puesto de trabajo reducido, se crean otros que complementan o llevan a un nuevo nivel de conocimiento para el que la tecnología no tiene todavía capacidad de adaptación. Tal es el caso de los llamados empleos del futuro: Big Data, análisis de información, protección de medioambiente, Biotecnología, energías renovables, robótica, investigación aeroespacial, seguridad y comunicaciones, entre otros, es decir, aquellos donde la experiencia de usuario marca la diferencia entre el hombre y la máquina.

De este modo, algunos trabajos administrativos, otros relacionados con las tareas productivas y manufactureras, o algunos relativos a la construcción y extracción, se verán sustituidos por máquinas pero, a su vez, se generarán nuevos empleos de valor sobre los cuales actualmente existe una gran demanda que seguirá en aumento en los próximos años.

Indudablemente, representa un gran desafío para los Líderes del Siglo XXI, una reconvención que demandará la necesidad de atraer nuevos talentos, con alta rotación, bajo engagement y convivencia intergeneracional, pues en cinco a 10 años los millennials (la generación Y) del presente serán mayoría en la fuerza laboral. Debido al cambio de valores, los directivos tendrán que responder también cambiando los reconocimientos y beneficios que prestan a sus plantillas. En concreto, y según los estudios realizados por Accenture Strategy y Gallup, factores no financieros -como el bienestar, el compromiso, la calidad de vida y el estatus- son ya iguales, o incluso más importantes, que el sueldo y los beneficios sociales, y los mismos forman parte esencial de la modalidad de trabajo conectado.

El management deberá gestionar en forma horizontal, en organizaciones líquidas, con menos estructuras y mayor delegación, con la necesidad de contar con un nuevo paradigma sindical más permeable a los nuevos modelos laborales. Según el Ministerio de Educación de los Estados Unidos, ‘el 60% de los nuevos empleos que surgirán en el siglo 21 exigirán habilidades que tiene tan sólo el 20% de la fuerza de trabajo actual’.

Por lo tanto, además del desarrollo de nuevas tecnologías, también será necesario un proceso de adecuación bastante claro de los profesionales que trabajan en los sectores industriales y en el proceso de producción como un todo, para que la interacción entre personas, sistemas y máquinas ocurra de forma benéfica para la sociedad.

‘El futuro del empleo estará hecho de trabajos que no existen, en industrias que usan tecnologías nuevas, en condiciones planetarias que ningún ser humano jamás ha experimentado’, resume David Ritter, CEO de Greenpeace Australia/Pacífico, en una columna sobre la cuarta revolución para el diario británico The Guardian, de agosto de 2012.

En la publicación del Barómetro Global de Innovación 2016, General Electric presentó los resultados de su estudio que recoge las opiniones de más de 4.000 líderes y personas interesadas en las transformaciones de 23 países. Un sondeo revela que el 70% de los empresarios tiene expectativas positivas sobre la cuarta revolución industrial, el 85% cree que las innovaciones de los sistemas ciberfísicos serán beneficiosas, el 64% está dispuesto a asumir los riesgos de innovar y el 17% teme por el impacto negativo en los trabajadores. ‘En el juego del desarrollo tecnológico, siempre hay perdedores. Y una de las formas de inequidad que más me preocupa es la de los valores. Hay un real riesgo de que la élite tecnocrática vea todos los cambios que vienen como una justificación de sus valores’, le dice a BBC Mundo Elizabeth Garbee, investigadora de la Escuela para el Futuro de la Innovación en la Sociedad de la Universidad Estatal de Arizona (ASU).

La Industria 4.0 también pretende responder a las problemáticas actuales tanto en cuanto al ahorro de energía como en cuanto a la gestión de recursos naturales y humanos. El objetivo de crear redes inteligentes a lo largo de la cadena de valor permite la interoperabilidad, así como controlar, analizar y predecir en un mercado fragmentado.

Los trabajadores del conocimiento necesitan sindicatos que los contemplen, que puedan entender y describir los nuevos puestos laborales, que exijan la incorporación del trabajo conectado como modalidad en los convenios colectivos y que reclamen capacitación y formación para enfrentar el avance de la robótica. En las reglas de la sociedad industrial, el consumo era una consecuencia de la producción. Hoy, el paradigma cambió. De hecho, se necesitan cada vez menos personas para producir. La introducción de la tecnología en la empresa trae sus consecuencias, una de ellas es la de recurrir al downsizing (decisión de la empresa para reducir voluntariamente su tamaño y el despido de su personal).

A diferencia del sistema tradicional capitalista, las cosas no están hechas para durar. El patrón industrial necesitaba obreros disciplinados y obedientes, el nuevo empresario necesita consumidores rebeldes y necesitados de cambios. El nuevo lema es flexibilidad, liquidez, cambios disruptivos y constantes.

En definitiva, los grandes progresos de nuestra sociedad no son fruto de un solo individuo, sino del trabajo colectivo de muchos cerebros que, utilizando las capacidades de la tecnología para aumentar el alcance de su inteligencia, desarrollan nuevas ideas y nuevos conceptos que hasta al momento habrían parecido imposibles. De la misma forma, la robótica y la tecnología del siglo XXI hay que verlas, más que como una amenaza, como un elemento potenciador de la capacidad humana para superarse y buscar nuevos límites.

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