En los últimos años, el tema de la eficiencia energética en los data center está siendo un asunto bastante recurrente y su relación con la disponibilidad un tema tratado con profusión de comentarios y apuntado en direcciones, a veces, distintas, dependiendo de quién se halle en el origen de los mismos.
Al margen de que la eficiencia, como objetivo, siempre ha debido estar ahí y de la repercusión que tuvo el informe de la EPA al Congreso USA en 2007, donde se hizo una previsión alarmante sobre el porcentaje que la industria del data center iba a suponer en el consumo global, quizás un punto especial de partida lo constituyó el lanzamiento, por parte de The Green Grid, del concepto PUE y, más aún, la publicación en 2009 de los datos de Google sobre ese concepto. Aquellos valores de 1,15 que, en principio, nos parecieron irreales a la mayoría de los que estábamos en esto, fueron demostrados ese mismo año, y sin que hubiese lugar a dudas, en el simposio de UI en Nueva York, al que tuve la oportunidad de asistir.
Pues bien, ello contribuyó a una especie de locura colectiva en la que parecía que lo único a valorar en un data center era eso de PUE. El foco era auténticamente incorrecto, como así se comunicó en el simposio que, un año después, se celebró en el mismo lugar. Pero ya era tarde. UI reconoció el error en el mensaje, pero el mercado ya lo había asimilado.
Lo cierto es que la PUE (en realidad el término es femenino), es la hermana pobre en esto de la eficiencia y, a pesar de que los números que ofrece una reducción de unas décimas son importantes en cualquier data center, su contribución a la eficiencia global es proporcionalmente escasa, si lo comparamos con la parte de TI.
El mejor ejemplo de ello es la típica pregunta sobre qué data center es más eficiente: uno con un valor de PUE 1,5 u otro con 2,3. Así, de primeras, parecería lógico contestar que, claramente, el de 1.5, pero la respuesta podría no ser correcta. De hecho, la forma en que se gestiona la parte IT tiene un peso tan importante que, perfectamente, podría ser más eficiente el data center con PUE=2,3. En realidad, se trata de valorar el número de lo que podríamos llamar unidades de negocio (por ejemplo, el número de transacciones en un banco) por unidad de energía incidente.
En este tiempo, se han propuesto otros parámetros como medida de la eficiencia real, entre los que destacar el CADE (Corporate Average Datacenter Efficiency) que no llegó a ver la luz en términos concretos y cuantificables, y el DPpE (Data Processing per Energy) que es lo más realista que hemos visto para valorar la eficiencia, pero que aún no dispone de una aplicación generalizada y homogénea.
Por otro lado, la disponibilidad ha sido, y sigue siendo, la mayor de las exigencias en un data center. Podríamos decir que en la jerarquía de valores en un entorno de misión crítica, lo primero es la continuidad del servicio. Inmediatamente después vendría la continuidad del servicio y, para completar el pódium, la continuidad del servicio. Sí, no se trata de un error en el planteamiento de la redacción, sino que se han colocado, a conciencia, los tres términos repetidos con la intención de resaltar el hecho. La eficiencia vendría en puestos menores, lo cual no quita su importancia, pero si la relativiza.
Esta es una afirmación de carácter general, salvo en aquellos casos, alguno de ellos de bastante actualidad, donde la redundancia se ofrece por el lado de TI en base a emplazamientos distintos desde los que cubrir un mismo servicio. Sólo en tales casos, la disponibilidad individual de cada lugar tendría un peso jerárquico menor.
Recuerdo, como si fuese ayer, una conversación sobre el tema de la eficiencia con el difunto Ken Brill, fundador del Uptime Institute, al finalizar una de sus clases magistrales. Me lo dijo bien clarito, así como era él: ‘Mira, esto de la eficiencia para lo que de verdad es estupendo es para contárselo a tus hijos cuando les vas a acostar y para que, así, duerman felices de ver lo ‘verde’ que es su papá y lo comprometido que está con la sostenibilidad del planeta. En el mundo del data center, no te equivoques. Lo importante está en otro lugar y tú de eso sabes bastante’.
En los últimos meses, y en una línea contraria, hemos tenido la oportunidad de leer artículos donde se decía que ya la disponibilidad no es una prioridad exclusiva, pero tales afirmaciones no son una buena referencia. La realidad sigue presentando sus crudos resultados y si le preguntamos a Delta Airlines cuál es la prioridad o, con más palpitante actualidad, a WhatsApp, que compare eficiencia y disponibilidad, la respuesta no ofrece lugar a dudas.
Lo curioso del caso es que ambos conceptos son, o deberían ser compatibles, pero cada uno ocupando su espacio y teniendo en cuenta que las acciones encaminadas a una mejora de la eficiencia no tienen que poner en peligro la disponibilidad. Por ejemplo, existen numerosas buenas prácticas que, adoptadas en la parte de climatización, preparan el terreno para la adopción de distintos niveles más altos para las consignas de temperatura. Esta elevación de las consignas tiene un efecto inmediato en la mejora de la eficiencia pero deja un margen menor de maniobra para el caso de una pérdida del servicio. Estamos confiando en el incremento de redundancias para salvar ese escollo pero lo cierto es que la amenaza está ahí.
Asimismo, la implantación de sofisticados sistemas de freecooling, recuperación de calor, generación propia, tecnologías combinadas, etc., requieren una formación y experiencia asociadas que ponen el listón muy alto a la hora de operar y mantener ciertas instalaciones que, a la postre, pueden desencadenar problemas derivados de esa sofisticación (a lo largo de los últimos años, una elevada proporción de los sistemas ‘novedosos’ proyectados para nuevos data centers, a la hora de realizar un análisis de los mismos, o no estaban incorporados a la construcción o estaban fuera de servicio, o a la espera de que, definitivamente, alguien los conecte.
Por la parte de los UPSs, ha existido una tendencia hacia la adopción de sistemas más eficientes, con la progresiva utilización de modelos que no son de doble conversión o con la utilización de estos en el llamado ‘modo ECO’. Pues bien, para mejorar unas pocas centésimas, se están adoptando soluciones que plantean un mayor número de riesgos (impacto de sobretensiones de origen atmosférico, conexión de cargas IT directamente a grupos electrógenos, etc.). Cada uno es muy libre de seleccionar los modos de funcionamiento que desee, pero los hechos son incuestionables y, a la postre, presentan sus credenciales.
En resumen, disponibilidad y eficiencia son dos conceptos importantes para un data center y deben ser tratados de forma complementaria. La eficiencia se ve todos los días y, con mayor relevancia, cuando la compañía suministradora pasa su factura mensual. La disponibilidad, por el contrario, no se percibe hasta que falta y sus consecuencias son las ya conocidas, corte de cabezas incluido.
Del correcto manejo de ambos conceptos por parte de diseñadores, constructores y, sobre todo, operadores y mantenedores de data centers, dependerá el éxito de este nuestro negocio.