El advenimiento de las aplicaciones en la nube ha provocado que el modelo CyberKillChain, diseñado para ayudar a mitigar los ataques más avanzados de la red, esté cambiado. Por ello, Netskope analiza cómo se están explotando los servicios cloud dentro de cada etapa de esta cadena.
Paolo Passeri, arquitecto de soluciones globales para Netskope, expresa: ‘Con algunos ejemplos notorios de campañas maliciosas que han utilizado la nube para evadir las tecnologías de seguridad tradicionales, el modelo CyberKillChain acrecenta los temores de los cautelosos responsables de seguridad al respecto de los servicios cloud. Si no se protegen adecuadamente estos servicios, la superficie de ataque de una organización puede verse amplificada’.
Y afirma: ‘Asimismo, es vital no descuidar otras puertas de entrada como la web o el correo electrónico. En Netskope utilizamos el término ‘amenazas híbridas’ para definir ataques que aprovechan este enfoque mixto para permanecer bajo el radar de las soluciones de seguridad tradicionales’
Para describir la anatomía de un ataque, podemos dividirlo en las siguientes fases: La fase de reconocimiento puede albergar múltiples métodos para obtener información de una víctima, incluyendo la investigación de los elementos vulnerables de la infraestructura o de los seres humanos, como recursos cloud mal configurados o información confidencial compartida en servicios cloud en apariencia inofensiva.
Tras estudiar a la víctima, llega la militarización; el actor malicioso crea la infraestructura necesaria para realizar su trabajo (páginas de phishing, puntos de distribución de malware…) y -si así lo estima- aloja estos recursos en servicios cloud, aprovechando su resistencia y disponibilidad, escalabilidad y su facilidad para permitir la creación de recursos rápidamente.
No obstante, quizás lo más importante es que los servicios cloud no suelen ser inspeccionados o se incluyen en la lista blanca de las tecnologías tradicionales. Por ello, si un ciberdelincuente decide explotar una vulnerabilidad para ejecutar código en el sistema de la víctima, utilizará los servicios cloud: un sistema adaptado al contexto advertiría que los datos están siendo introducidos en una instancia de AWS o Azure externa a la organización, sin embargo, las tecnologías de seguridad tradicionales no pueden hacer esto.
Las páginas de phishing también pueden ser gestionadas desde la nube. De hecho, una carga útil maliciosa entregada desde un servicio cloud conocido tiene mayor probabilidad de ser ejecutada. Del mismo modo, los servicios cloud pueden ser utilizados como redireccionadores a sitios de distribución de malware utilizados para ataques dirigidos.
Tras la fase de entrega, el malware se instala en el sistema comprometido para después conectarse a la infraestructura de comando y control del atacante. Con esta conexión, el atacante puede filtrar información, utilizar un endpoint para lanzar ataques DDoS o campañas de spam, o establecer una base de apoyo para profundizar en la organización víctima. En este punto, los atacantes pueden utilizar servicios de confianza como AWS y Google Drive o aplicaciones como Twitter o Slack para ocultar el canal de comunicación. La inspección SSL requiere muchos recursos para las tecnologías locales heredadas, e introduce latencia, por lo que es muy probable que no sea realizada.
Por último, tiene lugar la persistencia. Tras acceder al servicio cloud, los atacantes pueden cambiar la configuración de los servicios críticos alojados en la nube, aumentar los privilegios para obtener un mayor acceso, robar datos y borrar sus rastros, y generar nuevas instancias con fines maliciosos, como el criptojacking. Las credenciales robadas, las cuentas filtradas o la mala configuración de los servicios en la nube son formas típicas que utilizan los atacantes para entrar en los servicios cloud y moverse lateralmente.