Primero fue el motor a vapor, que permitió la automatización de fábricas, una mejora notable en el transporte (tanto ferroviario como naval) y generó un salto exponencial en materia de industrialización. Luego llegó la electricidad: habilitó la posibilidad de que los negocios estuvieran abiertos hasta más tarde y ayudó en el despegue de la fabricación de radios y formas primigenias de comunicación a larga distancia. La tercera gran revolución fue la de los semiconductores, que dieron origen a la era de las PC. Con el tiempo, tanto la capacidad de procesamiento como la conectividad se volvieron tan accesibles que hoy un smartwach de pulsera común es más poderoso que los mainframes que se utilizaron para depositar al primer ser humano en la luna, allá por 1969.
Esta evolución impulsó la Cuarta Revolución Industrial, la que está ocurriendo en este momento. Así como en las tres anteriores hubo un elemento habilitante (el vapor, la electricidad, los semiconductores), en esta ocasión el ‘oro’ que promueve y consolida este fenómeno está conformado por los datos.
El despliegue de la computación y de internet a lo largo de todo el mundo produjo que se generaran cantidades inéditas de datos: tenemos tantos, que no sabemos qué hacer con ellos. Sin embargo, una de las oportunidades que nos abre la Cuarta Revolución Industrial es la de crear cosas realmente increíbles si somos capaces de adquirir los datos correctos, analizarlos y actuar en base al conocimiento obtenido. No existen límites para el avance de la humanidad a partir del uso de las nuevas tecnologías: desde el acceso universal a la salud hasta los cuidados necesarios para revertir el cambio climático, pasando por la reducción de la pobreza.
Los datos circulan por redes de fibra óptica y llegan a los seres humanos a través de interfaces que, en líneas generales, son las conocidas apps, que evolucionan constantemente en complejidad, capacidades e innovación. Los próximos años nos sorprenderán con la nueva generación de aplicaciones robóticas, de realidad aumentada y realidad virtual e inteligencia artificial para satisfacer las necesidades más diversas.
Entre la infraestructura y las aplicaciones existe un estrato esencial para garantizar el éxito de la Cuarta Revolución Industrial: la plataforma. Nuestra propuesta es que esa plataforma debe estar conformada por tres capas. Una de ellas es la de las redes definidas por software. Al usuario final no le importa lo que ocurre con los datos que necesita desde el punto de vista técnico, sino si la aplicación es rápida y su uso, seguro. La plataforma, por lo tanto, se ocupa de conectar los sitios donde la aplicación puede hospedarse, haciendo en todo momento un análisis inteligente para alcanzar un equilibrio entre costo y rendimiento. La segunda capa es la de múltiples nubes: la experiencia del usuario debe ser excelente independientemente de que la aplicación corra en la nube, en un gran centro de datos o incluso on premise en las instalaciones de la empresa donde trabaja. Aquí comienza a jugar fuertemente el concepto de edge computing: llevar el procesamiento de los datos lo más cerca posible de dónde se originan, de forma tal de acelerar los tiempos. La tercera capa es la de orquestación: es lo que nos permite integrar la app con sus dependencias en la infraestructura subyacente. La plataforma es, en definitiva, lo que habilita el mejor rendimiento, la mayor seguridad y la mejor experiencia para el usuario.
La humanidad se dirige hacia las puertas de la mayor evolución de su historia en términos de progreso y conocimiento. Y las tecnologías de datos son la llave que la dejarán avanzar.