Por Adrián Garelik, CEO y cofundador de Flixxo
La esencia de la Web3 es la propiedad de nuestra identidad digital, pero también es compartir ideas y pensamientos. Su espíritu es que a través de la interacción se motiva a la invención. De esta forma, Internet se ha transformado en una especie de ágora, un lugar donde todos confluímos, donde nos reunimos, propiciando niveles de innovación nunca antes vistos.
Las criptomonedas y la tecnología Blockchain, manifestaron y masificaron el sentido de propiedad digital y permitieron el tejido de redes rizomáticas — como el jengibre, la menta o el bambú — de raíces infinitas y horizontales, que florecen en cualquier parte y, aunque parezcan plantas aisladas, están interconectadas debajo de la superficie. Cada vez somos más conscientes del poder de nuestras propias conexiones y de cómo los gigantes de la web 2.0 han crecido y amasado billones de dólares a partir del control que ejercen.
En sintonía con esto, hace años se viene gestando en el mundo de la informática la cultura Open Source, en donde cualquiera puede modificar una creación, habilitando a que otros también intervengan, abriendo nuevas ramas de creatividad y productividad. Esta dinámica es replicable a otras disciplinas, más allá de la programación. Es ahí, fruto de la cultura Open Source y de la cultura Web3, donde nace el Creador 3.0.
El rol del creador 3.0 en la industria audiovisual
La característica esencial del Creador 3.0 es la inmediatez. Dentro de este contexto, irrumpen las Microseries (o series short form, herederas de las webseries) que cuestionan las dinámicas de producción de las grandes plataformas de streaming. Esto, sin lugar a dudas, es una gran ventaja para la industria, ya que un creador ágil permite salir al mercado con MVPs — productos mínimos viables — y testear una idea o un concepto con usuarios reales.
En la industria del software, allí donde la cultura Open Source sigue dejando mella, los MVP son un concepto fundamental. Las metodologías ágiles proponen salir rápidamente al mercado, probar la idea y pivotar con velocidad al recibir feedback de los usuarios. Un MVP no es un producto por la mitad, es el producto completo pero con las funcionalidades mínimas necesarias para que pueda ser usado por el usuario final.
En oposición, la industria audiovisual produce lento y no se adapta a la respuesta de la audiencia: si una serie no gusta, se cancela. Si funciona, eventualmente — y lentamente — vendrá una nueva temporada. Atrás quedó la época en que las series se filmaban casi al tiempo en que se estrenaban, y se asesinaban personajes o surgían paternidades ocultas al ritmo del interés o desinterés de las audiencias.
Frente a esto, el creador 3.0 crea rápidamente, prueba, recibe feedback en redes sociales y sigue haciendo crecer su contenido. Ante una industria dominada por las grandes plataformas de streaming, que necesitan constantemente conceptos ganadores para diferenciarse y cuyas billeteras comienzan a flaquear, la implementación de MVPs audiovisuales podría ser una herramienta efectiva sin hacer inversiones millonarias en productos que no van a funcionar.
Si miramos al mundo de las microseries vamos a encontrar modelos de producción muy dinámicos, estrategias que aportan gran valor de producción por poco capital, y creadores con una visión joven y fresca. Y con muchas ganas de contar una historia.
Aquí la industria tiene una oportunidad gigantesca al abrirle la puerta a los Creadores 3.0 y adquirir o coproducir estos contenidos. Al contar con infinidad de métricas desde la primera reproducción, que generan predicciones exactas, se puede medir el éxito o fracaso de una microserie en cuestión de horas. Si la historia funciona, se puede ampliar el alcance y la promoción de la serie dentro de la plataforma y encargar nuevas temporadas, que los Creadores 3.0 pueden producir en tiempos que el resto de la industria envidiaría.
En conclusión, el creador 3.0 tiene una dinámica de desarrollo distinta a la que está acostumbrada la industria. Y, a la vez, llegan a una audiencia que las plataformas buscan alcanzar con tremenda dificultad. Quizás, el momento de explosión de las microseries esté llegando.