Por Guillermo Moya, gerente General de NTT Chile
La hiperconectividad es el concepto que hoy define nuestra sociedad. Realizamos millones de transferencias de datos en torno a un ecosistema digital que no conoce límites geográficos. Como usuarios buscamos la mejor conectividad, además de las plataformas y herramientas digitales más seguras y eficientes. Sin duda que hemos avanzado mucho, si bien para continuar desarrollando esta línea se requiere ser aún más imaginativos que en décadas pasadas.
Entonces, y ante escenarios mundiales como la falta de agua, ¿por qué no imaginarse un mundo digital totalmente sustentable e integrado con la naturaleza? Ya estamos trabajando en el desarrollo de vehículos eléctricos que eran una fantasía hace 20 años, pero que hoy se presentan como una realidad que sin duda modificará a la industria automotriz, así como los patrones de comportamiento de muchos usuarios. El mundo digital también se presenta como un espacio que no tiene límites. Por lo tanto, ¿podríamos imaginar en los próximos años la materialización de data centers totalmente acuáticos, que puedan utilizar los beneficios de las corrientes marinas para enfriar módulos computacionales en forma natural y sin desperdiciar recursos?
El gran desafío de los centros de procesamiento en la actualidad se vincula con la utilización de energía, ámbito que lidera Chile en comparación con otros países de Latinoamérica, al contar con 60% de su energía totalmente renovable. Pero el ámbito de los data centers también está experimentando una nueva revolución, particularmente a través de los data centers acuáticos. En la actualidad, existen millones de kilómetros de fibra óptica y de cables en el fondo del mar, lo que ha facilitado la conectividad entre personas y empresas provenientes de distintas partes del mundo. En 2016 se realizaron los primeros ensayos en relación a data centers acuáticos, cuyos resultados han sido positivos. Esto porque la fría temperatura del fondo del océano junto con los efectos de las mareas, como fuente de energía renovable, nos demuestra las positivas perspectivas en torno a este tipo de formato estructural.
Hoy almacenamos millones de datos en la Nube y quizá en un par de décadas estemos hablando de la Nube debajo del mar. Son realidades en desarrollo que incluso podrían significar una nueva forma de abordar la escalabilidad y la seguridad de la información. De data centers virtuales estamos transitando hacia el concepto de data centers verdes, sin duda un nuevo paradigma que podría traer consigo efectos positivos, más aún en países privilegiados en relación a su contexto geográfico. La proximidad con el Océano Pacífico podría ser en el mañana un factor determinante para el crecimiento del ecosistema digital y tecnológico a nivel local. Basta con sólo imaginarnos la posibilidad de contar con data centers acuáticos en diversas zonas costeras de países como Chile, Argentina, Brasil y Perú por nombrar algunos.
Los centros de procesamiento de datos todavía son parte de un anhelo, un tipo de infraestructura en constante revisión. Bien podría ser una ruta de acción, pero primero hay muchos desafíos para los data centers de hoy. Estos se relacionan con el desarrollo de infraestructuras físicas y técnicas con sistemas de alimentación ininterrumpida, la implementación adecuada de generadores de emergencia y, en particular, con una mayor redundancia en los sistemas de refrigeración.
A pesar de los desafíos señalados, no podemos detenernos. Tenemos que ser más ambiciosos y construir en conjunto los futuros sustentables que estamos comenzando a imaginar. No cabe la menor duda de que los data centers representan un polo de atracción para los inversionistas extranjeros, a la vez son una importante fuente laboral que contribuyen con la sofisticación de los ecosistemas digitales de cualquier nación. El objetivo de ahora en adelante es seguir aportando a su sustentabilidad, pero también a soñar con nuevas posibilidades que muy probablemente serán una realidad al término de la presente década.