Por Peter Herweck, CEO de Schneider Electric.
En 1982, al principio de mi carrera, me convertí en un entusiasta y un aprendiz de electricidad. Contaba solo con 16 años de edad. En ese entonces, se hablaba mucho sobre la lluvia ácida y la capa de ozono. Por su parte, los términos «calentamiento global» y «cambio climático» apenas empezaban a tener algún protagonismo en la esfera pública. La primera conferencia sobre cambio climático de la COP (Berlín, 1995) aún estaba a varios años de distancia.
Avancemos rápidamente hacia el año 2023. En estas cuatro décadas pasé de ser un estudiante y alcancé la posición más importante de una organización global líder en la gestión de energía y automatización. En este tiempo igualmente, los indicios de un calentamiento global se han transformado en una auténtica crisis climática. Las sucesivas COPs (la número 28 está por iniciar pronto) han sido el escenario para plantear objetivos de descarbonización e iniciativas políticas en todo el mundo.
Los gobiernos no pueden hacerlo todo. El sector empresarial debe formar parte de la acción, y desde el sector privado son varias las iniciativas que se pueden desarrollar para alcanzar las emisiones netas de forma más rápida.
A pesar de las situaciones geopolíticas, económicas y la crisis del sector energético, las empresas están asumiendo compromisos significativos hacia la sostenibilidad y la descarbonización.
Hasta el momento, cerca de 3,900 empresas en todo el mundo ya han establecido objetivos de reducción de emisiones validados por la Iniciativa de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTi). Según el Rastreador de Cero Neto, 929 de las 2,000 empresas más grandes que cotizan en bolsa tenían compromisos de cero emisiones netas para mediados de 2023. Un indicador que representa más del doble del número registrado dos años antes.
Actualmente, son varias las empresas que aún no han establecido unos objetivos de descarbonización o que no han implementado tantas acciones como podrían hacerlo. Pero ¿por qué sucede esto? Coincido en que el retraso se debe en parte a una conciencia insuficiente frente a las soluciones disponibles y sus beneficios.
La primera idea errónea es asumir que la descarbonización es aumentar la implementación y desarrollo de sistemas fotovoltaicos, eólicos y mareomotrices. Tan importante como proporcionar más energía limpia y renovable es abordar el lado de la demanda y optimizar la forma en que se consume la energía. Aunque la eficiencia energética está empezando a recibir más atención, a menudo se pasa por alto y se subestima su rol en el camino hacia emisiones cero netas.
Esta es una situación que se da a pesar de que existen soluciones que permiten alcanzar indicadores positivos de eficiencia energética. Por ejemplo, el software de automatización que optimiza procesos y el uso de energía en sitios industriales y cadenas de valor. Otros ejemplos, son los sistemas de calefacción y refrigeración habilitados digitalmente que identifican y reducen el desperdicio de energía en hogares y edificios comerciales. Por su parte, las bombas de calor eléctricas y los vehículos eléctricos, se consolidan como soluciones mucho más eficientes energéticamente que las tecnologías alimentadas por combustibles fósiles.
La segunda idea equivocada es que estas tecnologías no son particularmente efectivas y que ofrecen un bajo retorno de inversión. La buena noticia es que tanto la efectividad como los indicadores de rentabilidad son más altos de lo que se pensaría.
Las cifras lo corroboran. De acuerdo con una investigación adelantada por nuestra organización en alianza con la firma de diseño WSP, la instalación de soluciones digitales de gestión de energía en edificios y oficinas, podrían reducir las emisiones de carbono hasta en un 42%, con un período de recuperación de menos de tres años. Además, sustituir las tecnologías de calefacción alimentadas por combustibles fósiles por alternativas eléctricas, y la instalación de una microrred con fuentes locales de energía renovable, pueden lograr una reducción adicional del 28% en las emisiones de carbono operativas.
Sí, la acción política desempeña un papel fundamental al establecer marcos e incentivar medidas concretas para tal fin. Recientemente, la Alianza de Líderes Empresariales para el Clima ha instado a intensificar los esfuerzos para agilizar los procesos, armonizar los estándares de divulgación climática y eliminar gradualmente los subsidios a los combustibles fósiles, entre otras iniciativas.
Pero en lugar de esperar a que el entorno político mejore, el sector empresarial puede y debe hacer más, actuar rápido, y en este momento.
Incluso, las empresas que no están directamente involucradas en la creación y venta de soluciones de descarbonización pueden reducir las emisiones y el uso de materias primas, tanto en sus propias operaciones como en sus cadenas de suministro y distribución.
Estas igualmente, pueden contribuir al debate público compartiendo investigaciones y sus experiencias. Asimismo, están en capacidad de respaldar a las comunidades a través de programas de responsabilidad social empresarial o mediante iniciativas de formación que aborden la escasez de habilidades en los sectores digitales, de electrificación y energía limpia, especialmente en partes remotas o subdesarrolladas del mundo, para garantizar que la transición energética sea justa e inclusiva.
Y pueden aportar la perspicacia comercial y la experiencia en marketing (y a veces, capital inicial o respaldo financiero) necesario para poner en marcha estrategias de innovación desde la fase de diseño hasta la realización y al mercado. Todo esto requiere esfuerzo y compromiso financiero.
Es hora de reconocer la acción holística, cooperativa y multifacética en sostenibilidad empresarial no solo como un imperativo impuesto por los reguladores, sino como una oportunidad de negocio y para la creación de empleo. Un elemento determinante con el que es posible reducir las emisiones y los costos más rápido de lo que muchos prevén.
Reciba esta experiencia de una persona que fue un aprendiz, luego ingeniero de software y por último CEO de una empresa. Hoy en día, contamos con numerosas tecnologías, como la electrificación, la digitalización, la automatización, entre otras. Existen argumentos morales y comerciales para implementarlas a una escala y velocidad mucho mayores. Y el costo de no actuar sería, en última instancia, mucho mayor de tomar medidas.