Por Pablo Rivarola, Vicerrector de Asuntos Académicos de la Universidad Siglo 21.
La Inteligencia Artificial está cada vez más presente en nuestra vida cotidiana, en algunos casos más evidente que en otros, y como han destacado algunos referentes de la tecnología y la sociología, muchas de nuestras elecciones se han sustentado o han sido orientadas por la IA. Nuestra vinculación casi indivisible con los teléfonos celulares, hacen evidenciable el hecho de que cada visualización, consulta o comentario genera una huella vital digital que marcará luego los caminos por los que nos conduciremos en una autonomía signada por la tecnología.
El avance que en diferentes ámbitos está generando la tecnología basada en IA es al día de hoy algo que difícilmente podamos comprender de manera acabada, donde cada día algo nuevo nos sorprende y nos inquieta al mismo tiempo. Este desarrollo nos enfrenta a una realidad en la que no podemos cerrar los ojos: la amenaza del desempleo tecnológico es real y la automatización va a reemplazar la tarea de millones de personas.
Si el trabajo de una persona puede procedimentarse y explicar el paso a paso de su tarea, es factible de ser automatizado. En este punto podemos, imaginar una gran cantidad de empleos que poseen esta característica, en los que prácticamente no hay un valor añadido por parte del ser humano. Esto puede identificarse en las organizaciones, donde los puestos que se centran en tareas operativas hoy tienden a desaparecer. Así, el hecho de cargar facturas en tablas, asignar códigos, compilar información, relevar tableros, y un sinfín de acciones que se realizaban ya no son necesarias, sobre todo en aquellas actividades complementarias a la tecnología. Si la persona carga datos para que la computadora lo procese y presente resultados, es la persona quien trabaja para la máquina y no a la inversa. Pensemos en el GPS de quien conduce un automóvil, se trata de una persona entre dos tecnologías complementarias y que, ante los avances de las empresas automotrices, será un obstáculo para el fin que se pretende.
Por otra parte, existen las tareas a las que podemos reconocer como no rutinarias y que quienes las ejercen, generan un diferencial en su desarrollo. Por ejemplo, aquellas que necesitan de la intuición, la experiencia, el análisis del contexto, etc. Para dichos trabajos y profesiones parecería que la IA no podría tener posibilidad de sustituirlos y que al no tener reglas estandarizadas sólo podrían ser realizadas por seres humanos. Sin embargo, ello entraña un error o al menos una lógica diferente para los desarrolladores tecnológicos. Hasta hace poco, el objetivo era reproducir aquello que la persona hacía y brindar celeridad; eficiencia; y sustentabilidad económica, pero hoy la propia revolución de los algoritmos ha evidenciado que el foco no está en la mecanización, sino en la posibilidad de identificar patrones en base a millones de datos y, por tanto, presentar respuestas certeras con evidencia. Por ejemplo, diagnosticar una lesión cutánea puede hacerse en segundos en base a su comparación con miles de estudios de lesiones. Ante ello el trabajo del futuro, que ya se encuentra prácticamente en nuestro presente, lo que cambiará de manera abrupta y donde el interrogante sobre los nuevos trabajos girará en torno a la pregunta sobre ‘cuáles serán los trabajos o profesiones que van a ser sustituidos o complementados con IA’.
Desde esta perspectiva, las universidades que poseen como objetivo el desarrollo personal y profesional para la inserción laboral de sus egresados, no pueden ser espectadoras de la realidad sin involucrarse activamente en la actualización de su oferta formativa, el diseño de programas académicos que respondan a los nuevos desafíos y la conformación de un cuerpo docente que conozca e implemente propuestas innovadoras, sustentadas en las competencias que las y los estudiantes deberán conocer y dominar.
Es por ello que la Universidad Siglo 21, que desde sus inicios ha sido reconocida como una institución de vanguardia en innovación educativa, ha asumido la responsabilidad de transformar la educación superior hacia nuevas propuestas que incorporan a la IA como herramienta imprescindible para los desafíos profesionales y laborales del futuro. Un ejemplo de ello es la licenciatura en inteligencia artificial y robótica que integra diferentes tecnologías y didácticas en una estructura curricular en la que la creatividad, el diseño y el desarrollo de proyectos, permiten explorar diferentes usos de la IA. Del mismo modo sucede con la licenciatura en criminología, para construir contextos sociodemográficos que permitan modificar variables y desarrollar estrategias de prevención de diversos delitos. La formación del estudiante debe contemplar en cada una de las carreras diferentes estrategias didácticas y pedagógicas para que la tecnología no sea un obstáculo en su inserción profesional, y que por el contrario, en la naturalización de su conocimiento y aplicación, pueda incorporar como una competencias más en su formación.