Por Andrew Oteiza, Sr. Mgr. Solutions Engineering en F5 LATAM
Nos encontramos ante un punto de inflexión, en plena era digital, las aplicaciones resultan vitales para la subsistencia de los negocios, según datos del laboratorio de F5 alrededor del 90% de las organizaciones se encuentra enfocada en esta transformación acelerados por las demandas que impulsó la pandemia, abrió las puertas hacia nuevos modos de producción, un reflejo de la estructura de las organizaciones que los motivan.
En base a 3 ejes fundamentales: la tecnología, las personas y los procesos, podemos distinguir 2 modelos claramente definidos que reflejan distintos tipos de organizaciones, estas cualidades comparten similitudes con la arquitectura de las aplicaciones.
Las aplicaciones tradicionales, monolíticas, se caracterizan por articular equipos de trabajo divididos en silos, por un lado, está el desarrollo, por otro el de testing, operaciones, etc. Cada uno con distintos objetivos. En el caso de aplicaciones modernas, los silos se rompen y trabajan en lo que se denomina metodologías ágiles o bajo squads, son equipos interdisciplinarios donde cada área participa activamente con el objetivo lanzar una aplicación o una fracción de esta lo más rápido posible, para tener entregables en el corto plazo e ir mejorando su performance. Esto se conoce como metodologías ágiles y una cultura orientada a devops.
Así, mientras los ciclos de desarrollo de una aplicación tradicional se caracterizan por su extensión -incluso de un año-, luego del pasaje por cada área de intervención hasta estar lista, la aplicación resultante podía no ser acorde a las demandas del mercado. Hoy en día, las empresas capaces de adaptarse a las tendencias no pueden sostener estos plazos de demora, sino que necesitan incorporar las tecnologías de manera ágil.
La reconversión durante la pandemia nos enseñó a dar respuesta en el corto plazo. Lo importante es lanzar la aplicación e ir mejorándola a través del feedback que brinde el mercado, esto otorga no sólo velocidad de respuesta, sino que ofrece un continuo perfeccionamiento según los requerimientos.
Otra diferencia que encontramos entre las aplicaciones modernas y las tradicionales tiene que ver con su arquitectura, mientras las últimas se caracterizan por una estructura de software de 3 capas, con protocolos complejos, que demandaban cambios fuera de hora para no afectar el negocio y una fuerte dependencia con los desarrolladores para las personalizaciones. En el caso de las modernas, las arquitecturas se sustentan en microservicios, divididas en mínimas funciones, con procesos que dialogan entre sí y permiten resultados extremadamente livianos. El trabajo con distintos microservicios de manera atómica, aislados entre sí, interactúa con diversos lenguajes de desarrollo en la nube, con tecnologías open source, habilitando adecuaciones según la necesidad y el tipo de negocio, con capacidad de adaptación en el corto plazo.
El mercado permanentemente marca una tendencia, en nuestro caso la agilidad es la que pica en punta. El sector retail es pionero en la temática, lleva largo tiempo explotando las bondades de las aplicaciones modernas ante la necesidad de amoldarse rápidamente a las solicitudes, pero también para poder crecer de manera elástica en un corto período. Las experiencias interrumpidas de los clientes cuestan a las empresas más de US$100 mil millones al año. Un número que se multiplica en eventos o jornadas donde el comercio electrónico es el protagonista: Hot Sale, Cibermonday o Black Friday.
Asimismo, la pandemia contribuyó a que otros sectores, como el de banca y finanzas se interesaran aún más por contar con aplicaciones que incluyeran estas cualidades. Mientras las entidades de gobierno también se encuentran en plena migración para poder dar respuesta a sus ciudadanos, y las empresas de salud se encaminan directo hacia aplicaciones modernas, de la mano de un cambio en el modelo de negocio para llegar más rápido a los pacientes y los clientes.
Sin embargo, no se trata sólo de contar con las aplicaciones modernas para estar a la altura del mercado, sino que existe otro gran desafío: cómo acompañan los procesos las personas que son parte de estas estructuras de trabajo, frente a desafíos modernos e interdisciplinarios, ante la presión de tiempos acotados, los modelos de organización representan el eje fundamental que determina el éxito o fracaso del emprendimiento. La imposibilidad de adaptarse a las demandas, tal como lo hacen las aplicaciones modernas, puede resultar en la ruina del despliegue de estas aplicaciones
Desde sus orígenes, la tecnología ha cambiado muchísimo acompañado los procesos de la modernidad. Pero no es lo único que debe cambiar, el factor humano es el de vital importancia para el éxito. Por más que la tecnología exista, y el conocimiento circule en internet, es esencial que los equipos de trabajo estén motivados, alineados con el negocio, orientados hacia resultados y con la posibilidad de acceder a una capacitación continua.
La competitividad que puedan alcanzar los organismos y/o empresas, está directamente vinculada a la competitividad de los recursos que están detrás de las aplicaciones.