A través del ‘localismo transnacional’, las organizaciones pueden crear oficinas en zonas retiradas de las grandes ciudades para mejorar la calidad de los trabajadores, acceder a nuevos talentos y estimular las economías regionales, sin perder su proyección ni su productividad.
Por Raju Vegesna, jefe Evangelista de Zoho
El talento es universal, pero las oportunidades no lo son. Existen personas calificadas y brillantes en todos los rincones del planeta quienes, no siempre cuentan con los medios para trasladarse a grandes ciudades o no pueden acceder al entrenamiento adecuado para realizar ciertos tipos de trabajos. Esta realidad termina convirtiéndose en una pérdida no solamente para esos potenciales empleados, sino también para las organizaciones.
Una posible solución a este problema, consiste en llevar las oportunidades hasta esas pequeñas poblaciones y regiones donde estas personas viven y hacen parte de la comunidad. Esto hace parte de una filosofía que llamo ‘Localismo transnacional’ y que en Zoho comenzó hace varios años al abrir pequeñas oficinas en diferentes pueblos de India, para apoyar a nuestros empleados existentes y contratar a nuevas personas. Esas oficinas restauraron la dignidad de muchos trabajadores e impulsaron la economía de esas zonas rurales.
Entre las lecciones que dejó la pandemia está la necesidad de los colaboradores por contar con espacios físicos para socializar de forma presencial con sus compañeros, pero también contar con la posibilidad de trabajar de forma remota, para estar cerca de sus familias y sus comunidades.
El localismo transnacional nos ha permitido crear un balance entre el trabajo presencial y el remoto, al tiempo que ayuda a acercar nuestra marca a las comunidades y a conocer mejor los retos que tienen las empresas en esos lugares. Contratar talento en esas zonas brinda una oportunidad para las economías locales y permite acceder a conocimiento de primera mano para crear mejores productos.
Para implementar el localismo transnacional comenzamos creando oficinas centrales, que sirven para controlar unas ‘satélites’ que están en su campo de acción. Así por ejemplo, nuestra sede de Austin (Texas) apoya a dos más pequeñas radiales en McAllen y New Branunfels, donde residen algunos de nuestros empleados y que están a más de 500 y 80 kilómetros de distancia respectivamente.
Estas oficinas satélite nos han permitido reclutar talentos locales para aprovechar su experiencia y habilidades, sin perder el control de la operación e impulsando nuestra proyección internacional. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), aproximadamente el 80 por ciento de los pobres del mundo viven en zonas rurales, y muchos de ellos enfrentan dificultades para ocuparse.
En América Latina queremos expandir esta propuesta, en la cual los empleados elevan su productividad y mantienen su calidad de vida, cerca de sus familias.
Estoy seguro que esta filosofía ayudará a reducir la desigualdad y la falta de oportunidades. Sin duda alguna, las empresas deben desempeñar su papel al aprovechar la conectividad global para redistribuir sus riquezas y revitalizar las economías en países donde los mercados no están tan desarrollados. No hay que medir el éxito en números, sino en el impacto que se hace sobre los empleados, familias, clientes, industrias y comunidades locales.