Según el último estudio realizado por el BID, BID Invest y Finnovista, el ecosistema fintech en América Latina y el Caribe creció un 112 % entre 2018 y 2021. Junto con este crecimiento, desde la crisis del 2008, también aumentaron las comisiones regulatorias y sus alcances en relación con las entidades financieras.
En este sentido, la gestión del cumplimiento o compliance, por sus siglas en inglés, un conjunto de procedimientos y buenas prácticas que permiten identificar y clasificar los riesgos operativos y legales para las empresas y establecer mecanismos internos para prevenirlos y controlarlos a tiempo, adoptó un rol protagónico y hoy forma parte de la inversión de las organizaciones.
Según una encuesta realizada por la consultora financiera Duff & Phelps, los costos de cumplimiento en el sector financiero a nivel mundial están camino a duplicarse para fines de 2022. Asimismo, los profesionales financieros dijeron que actualmente invierten el 4 % de sus ingresos totales en cumplimiento y esperan que aumente al 10 % en los próximos cinco años.
Si bien, como indican los datos, esta es una realidad para muchas empresas, todavía existen instituciones financieras que deben hacerle frente a problemas vinculados con el entorno de control en la primera línea de defensa, como, por ejemplo, la alfabetización en cumplimiento, la responsabilidad, los incentivos de rendimiento y la cultura de riesgo.
Sin compliance no hay crecimiento
Según indican especialistas de celeri, la plataforma tecnológica de alcance regional que permite automatizar y simplificar los procesos legales del sector financiero en Latinoamérica, las empresas que no cuentan con un proceso de compliance eficaz y automatizado pierden posibilidades de crecimiento. Algunas de las razones por las cuales una empresa deja de crecer sin un proceso de compliance eficaz son las siguientes:
Pérdida económica a causa de fraudes e incumplimiento: de acuerdo con un estudio realizado por KPMG (2022), casi la mitad de los encuestados en las Américas reconoció la existencia de, al menos, un fraude interno en su empresa en el último año. El 71 % informó que su empresa descubrió fraudes durante los últimos doce meses, y el 55 % también reconoció que su negocio ha tenido que pagar multas por temas regulatorios o ha sufrido económicamente debido a infracciones al cumplimiento en el último año. En este sentido, según el informe, debido al fraude y al incumplimiento, las grandes empresas están perdiendo el 1.5 % de sus ganancias.
Mayor vulnerabilidad ante ciberataques: al no contar con una arquitectura de tecnológica de compliance eficaz ni tener sus datos en una plataforma centralizada, las organizaciones están más expuestas al fraude. Con un correcto proceso de KYC y KYB, una empresa puede conocer exactamente el origen de los fondos; en caso contrario, queda expuesta a la posibilidad de ser utilizada como plataforma para el lavado de dinero y la malversación de fondos. Esto, por supuesto, pone en riesgo no solo el capital monetario de la empresa, sino también, y sobre todo, su reputación.
Ralentización y fallas en los procesos de KYC (Know your Customer) y KYB (Know Your Business): el proceso KYB consiste en identificar y verificar los negocios con los que se desea trabajar antes de establecer cualquier tipo de relación con ellos, evitando establecer vínculos con empresas ficticias o sociedades ilícitas. Por su parte, el proceso de KYC es fundamental para validar la identidad del usuario (cliente) en el proceso de onboarding digital de una empresa concreta. Al no contar con una gestión de compliance automatizada y eficaz, todos estos procesos se ralentizan, lo cual repercute directamente en la experiencia de los clientes.
Desaprovechamiento del presupuesto destinado al cumplimiento: sin la optimización correspondiente de los procesos de compliance, la mayoría de las veces, el resultado es un aumento considerable en el gasto destinado al cumplimiento y al control con una efectividad limitada o no probada en la matriz de riesgo de una empresa.
Pérdida de tiempo: hoy existen soluciones tecnológicas que permiten a las instituciones financieras cumplir con las regulaciones nacionales como, por ejemplo, en el caso de Argentina, la AFIP, del Banco Central, de la Comisión Nacional de Valores y de la Unidad de Información Financiera. Con estas herramientas, que no solo se orientan al cumplimiento regulatorio, sino al conjunto completo de procesos que hacen al compliance de una organización, las compañías pueden ganar un 80 % de tiempo en comparación con aquellas que todavía no optimizaron estos procesos.