Por Juan Cruz Amirante, director Ejecutivo asociado a la práctica de Investigaciones y Disputas, de Kroll en Argentina.
A pesar de que la pandemia del covid-19 representó un gran obstáculo en la operatividad de las empresas alrededor del mundo, factores como la corrupción y el fraude agudizaron estos impactos, afectando gravemente el entramado productivo dentro de las organizaciones más grandes. No obstante, una reciente investigación realizada por Kroll demostró que las empresas están siendo más proactivas para procurar mitigar estos riesgos.
Los resultados del Informe Global de Fraude y Riesgo son contundentes: el 57% de las empresas globales con una facturación anual de más de $15 mil millones de dólares, así como el 48% de aquellas con una facturación anual de entre USD$10 mil millones y USD$15 mil millones tuvieron, en el último año, un impacto ‘muy significativo’ en sus operaciones, esto debido a actividades ilícitas como el fraude, la corrupción y el lavado de dinero. En esta investigación participaron 1.336 tomadores de decisiones de alto nivel de empresas en 17 países.
A partir de lo anterior, es revelador el hecho de que, en general, las empresas más grandes continúan siendo las más vulnerables frente a este tipo de delitos. Al respecto, la encuesta destacó que, a nivel mundial, las empresas se están centrando en medidas proactivas para gestionar el riesgo de fraude y corrupción, incluyendo estrategias como las evaluaciones de riesgos en toda la empresa (82%) y el uso de análisis de datos proactivos (86%). Además, el 72% dijo que los problemas de soborno y corrupción estaban recibiendo suficiente atención e inversión desde instancias como la junta directiva.
¿Cuáles son los principales drivers del fraude y la corrupción?
Para combatir el fraude y la corrupción dentro de las organizaciones es necesario direccionar los esfuerzos hacia los factores que los ejecutivos identifican como los principales vectores de estos delitos.
El estudio evidenció que la falta de visibilidad y supervisión sobre terceros es la principal razón para que se dé el fraude y la corrupción dentro de una organización. De allí que las empresas más grandes resulten siendo las más vulnerables, pues al ser tan ramificadas sus operaciones, se pierde la capacidad de hacerles seguimiento y monitoreo.
En ese sentido, es vital fortalecer el monitoreo, estudio y seguimiento de los procesos y actores involucrados en la cadena de valor de las empresas. Para ello, es oportuno delegar estas tareas a profesionales comprometidos con la transparencia y la legalidad, lo que permitirá que las organizaciones refuercen su compromiso frente a la sociedad, recordando siempre su responsabilidad para garantizar condiciones justas y dignas para las personas.
El costo de la corrupción ha adquirido volúmenes extravagantes. Estimaciones internacionales prevén que el valor global de delitos como el soborno es tan alto que, podría equivaler a 1,75 billones de dólares al año, un poco más del 1% del Producto Interno Bruto mundial. Desde luego, esto representa una gran pérdida de oportunidades para potenciar la productividad empresarial y mejorar las condiciones de vida de las personas, lo cual es totalmente necesario en países que necesitan superar una profunda crisis económica, social y productiva como la Argentina.