Por Dennis Herszkowicz, presidente de TOTVS.
En los últimos meses, la Inteligencia Artificial Generativa ha dominado los debates sobre tecnología, sociedad y negocios en todo el mundo. A pesar de este protagonismo, la IA no es precisamente una moda ni una novedad. Aunque es difícil determinar un hito concreto de su surgimiento, el desarrollo más concreto de esta tecnología comenzó a mediados de la década de 1950. Pero una cosa es innegable: el avance de las últimas décadas – sobre todo en los últimos años – y el aumento de la capacidad computacional ha potenciado su avance, llevándonos al escenario actual y creando perspectivas más concretas para el futuro. Esta tecnología, que aún está en desarrollo, ha mostrado resultados prácticos impresionantes y nos ha dejado la certeza de que es revolucionaria y, sobre todo, que llegó para quedarse.
Recientemente hemos visto en varios foros los temores y las dudas que suscita el uso indiscriminado de la IA. Y hay una razón real para ello, después de todo, todos hemos visto ejemplos asombrosos de lo que las herramientas más populares son capaces de generar. Sin embargo, en esta discusión formo parte de ese grupo que ve el vaso medio lleno, con mucho más optimismo que miedo. Las oportunidades que ofrece esta tecnología para los negocios son enormes, especialmente para las relaciones corporativas y económicas. Y ya hay ejemplos de impactos reales y mensurables que respaldan esta visión.
Un estudio realizado en EE.UU. por tres investigadores de las reconocidas universidades de Stanford y MIT, y publicado por el National Bureau of Economic Research, evaluó el uso de IA Generativa por parte de más de 5.000 agentes de Atención al Cliente de una empresa privada. En general, la productividad de los trabajadores creció un 14%. Pero lo que más llama la atención son los datos sobre el impacto en la productividad de los profesionales con menos experiencia, en los que esta cifra aumenta considerablemente y alcanza el 35%. Este resultado demuestra el enorme potencial de la Inteligencia Artificial, impactando principalmente en la capacidad productiva de las empresas, la toma de decisiones y las estrategias comerciales.
Pero incluso con todo este potencial y algunos resultados preliminares positivos, es natural que junto con los grandes cambios surjan incertidumbres. Siempre ha sido así cuando hablamos de innovación, especialmente en el caso de aquellas que rompen paradigmas. Por lo tanto, es nuestro papel fomentar discusiones calificadas sobre su uso e impacto en la sociedad y la economía en su conjunto. ¿Cuál es la mejor manera de aplicar? ¿Cómo utilizar? ¿Cuáles son los límites?
En este momento de grandes transformaciones, la colaboración y el intercambio de información e ideas entre todas las partes involucradas es crucial. El gobierno, las empresas y los representantes de la sociedad civil necesitan escuchar y ser escuchados para que la nueva generación de Inteligencia Artificial se desarrolle y aplique de forma que aporte los máximos beneficios posibles a todos estos stakeholders, sin privilegiar a un lado sobre el otro, lo que podría aumentar las brechas en desigualdad. El equilibrio y la conversación constructiva constituyen sin duda el mejor camino a seguir.
Para el mercado corporativo, especialmente, creo que esta discusión tiende a ser aún menos compleja. El soporte de las herramientas de IA, ya sea para la generación de contenidos, la automatización de procesos o la simulación de escenarios, ya es una realidad y debería evolucionar más hacia el aumento de la productividad de las empresas que a la eventual sustitución de un determinado puesto de trabajo, función o actividad.
Cuando miramos a los proveedores de tecnología B2B, puedo decir con confianza que la Inteligencia Artificial se ve como un componente fundamental para ayudarnos a crear plataformas aún más avanzadas que hacen que la operación de varias empresas sea mejor y más eficiente. Esto tiende a cambiar la competitividad de las empresas – para quienes desarrollan tecnología y para quienes consumen – y del propio país. Todo ello, por supuesto, sin dejar de lado todas las cuestiones que regulan la privacidad y el uso de datos, que son el insumo definitivo para una buena aplicación de IA.
La evolución natural de esta tecnología implica también una reevaluación del papel de cada eslabón de la cadena. El profesional que actúa directamente en la gestión empresarial necesita entender que su rol se vuelve mucho más analítico y estratégico, desde el momento en que utiliza una herramienta que aporta tanta información rica sobre la empresa. Asimismo, un proveedor debe tener en cuenta que es necesario entregar servicios y productos aún más personalizados y con una mirada más cercana a las necesidades del cliente, con la ayuda de lo que la IA puede ofrecer. Y así sucesivamente.
La Inteligencia Artificial Generativa no eliminará la necesidad de una persona capacitada para analizar información y tomar decisiones. La mirada y la sensibilidad humana es y seguirá siendo fundamental. Sin embargo, ya es una herramienta útil para ciertas tareas y, a medida que mejore, será aún más transformadora. Por lo tanto, no se trata de si, sino de cuándo, su empresa invertirá más en IA para adaptarse mejor a esta realidad. Y si ese proceso no comienza ahora, tal vez pronto sea demasiado tarde.