Opinión

Los desafíos de las ciudades inteligentes

El proceso de urbanización marcó un hito en 2008 cuando, por primera vez, más personas vivían en las ciudades que en el campo. Según estudios de Cisco, el número de habitantes en las urbes crece alrededor de 60 millones al año. La expectativa es que más de 100 ciudades con un millón de habitantes aparezcan a lo largo de los próximos diez años. Sin embargo, la mayoría de las ciudades mantienen el mismo modelo del siglo XIX, que mostró ser ineficiente para incorporar el volumen creciente de personas migrando a los centros urbanos. Para incluir a los millones de nuevos habitantes que tendrán los próximos años, las ciudades necesitarán transformarse y la tecnología es una parte fundamental de ese proceso.

Las aplicaciones de la tecnología para mejorar la vida urbana son infinitas, pero hay algunos usos que se están consolidando como fundamentales cuando se piensa en una ciudad inteligente. El sector de transporte debe ser uno de los principales beneficiados con la posibilidad de adopción de semáforos inteligentes (que adaptan el tiempo de apertura según el volumen de vehículos en los dos sentidos), al igual que la gestión del transporte público, que puede ganar eficiencia y mejorar la calidad de la atención al usuario con paradas de ómnibus informativas, rutas inteligentes (según el tráfico, por ejemplo).

La gestión de los recursos naturales y la conservación urbana también pueden aprovechar la tecnología. Sensores en las redes de distribución de agua y electricidad contribuyen para reducir pérdidas y fraudes, y también permiten la creación de nuevos modelos de negocios para los servicios públicos. Más eficiencia en la recolección de basura y en la limpieza de alcantarillas –gracias a sensores de olor y volumen– permite un ahorro significativo para el erario público.

CAT

Uno de los principales desafíos para el desarrollo de las ciudades inteligentes, en este momento, es el deseo de algunos grupos de la sociedad de mantener el statu quo. Ya sea porque es cómodo o por miedo a perder poder (político, económico, social), muchos líderes, tanto en ámbitos gubernamentales como en empresas privadas que prestan servicios públicos, permanecen resistentes a la integración y a compartir la información necesaria para crear la infraestructura básica para las smart cities.

Asimismo, los silos son actualmente una de las principales barreras para diseminar la tecnología en las ciudades. Actualmente, los proyectos se desarrollan de manera aislada, no hay intercambio de recursos o incluso de información. Además de tener que duplicar las inversiones, también se hacen esfuerzos mayores. Este enfoque se vuelve ineficiente, limitado y caro, constituyendo una de las principales barreras para la innovación.

La seguridad es otro aspecto que se debe tratar con sumo cuidado en las iniciativas relacionadas a aplicar Internet de las cosas (IoT) en las ciudades. En el contexto de una arquitectura hiperconectada, donde sensores, máquinas, semáforos, redes de electricidad y saneamiento, en fin, toda la infraestructura urbana está interconectada, la seguridad pública queda expuesta a crímenes virtuales hasta hoy limitados a las redes de información. Es necesario diseñar sistemas de seguridad para estas redes que aseguren que, por ejemplo, un ataque de virus no afecte la operación de trenes metropolitanos. Además, habrá que contar con un nuevo modelo de gobernanza que pueda prevenir la existencia de equipos de soporte disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana, preparados para lidiar con posibles fallas en los sistemas que, en ese contexto, tendrán el control total de cómo funcionan las ciudades.

Finalmente, cuando pensamos en las ciudades del futuro, está la cuestión de la privacidad de los ciudadanos. En un ambiente donde toda la información es recopilada todo el tiempo, cualquier persona quedaría expuesta a la curiosidad de gobernantes o incluso de hackers, capaces de invadir los centros de almacenamiento municipales. Queda la duda sobre si esto será una preocupación de las próximas generaciones o si los jóvenes están dispuestos a dejar de lado su supuesta privacidad para tener acceso a los beneficios ofrecidos por la tecnología.

Las smart cities más que un deseo de modernidad son una necesidad real y actual para que los problemas críticos de nuestras ciudades se puedan reducir o eliminar. ¿A quién no le gustaría vivir en una ciudad sin embotellamientos, con recolección de residuos eficiente y sostenible? ¿Qué ciudadano no se dedicaría a ayudar a una ciudad que lo escucha?

 

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